viernes, 16 de julio de 2010

Mi primer paso aquí

Debía tener aproximádamente diez años cuándo mis padres me llevaron al cine. La película en cuestión había sido un éxito cinematográfico por aquellos años. Supongo qué mis padres me llevaron por aquello de que no me quedara solo en casa.
En fin, la película en cuestión era “Un hombre para la eternidad”; grandiosa película calificada por muchos críticos cómo “obra maestra”. Dirigida por el magistral cineasta: Fred Zinneman; aquel film había conseguido seis estatuillas de la Academia de Hollywood en 1966. Entre ellos a la mejor película, mejor director y mejor actor. La película contaba (y cuenta), los últimos tiempos en la vida de una persona. Thomas Moro.
Thomas Moro, fue el primer Canciller Mayor laico en ocupar dicho cargo en la Corte inglesa y se esforzó al máximo en servir al rey y a su Inglaterra. No consideró correcto que su rey, Enrique VIII (histriónico, repelente y autoritario rey), se tomara libertades para hacer en su reino lo que se le antojara.
Practicó de forma activa la objeción de conciencia ante la corrupción del poder absoluto y autoritario y permaneció fiel a Cristo mientras, algunos, cedían a la presión del rey por miedo a perder sus estatus y privilegios.
Enrique VIII pretendía que el Papa le concediera la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón por no tener descendencia con ella, a lo cual, Su Santidad se negó. Fue promulgada entonces la “Primera acta de supremacía” en 1534; en ella se declaraba al Rey cómo “la única y suprema cabeza en la tierra de la Iglesia de Inglaterra”.
Thomas Moro se negó a firmarla. El Rey, en 1534, le hizo encarcelar en la Torre de Londres al rechazar éste, con gran firmeza, cualquier compromiso contra su conciencia. Fue juzgado por traición y condenado a muerte. Le decapitaron el 6 de Julio de 1535.
Con el paso del tiempo, el camino recorrido por los dos personajes y el trato dado por la historia a ambos es conocido. A Enrique VIII se le recuerda cómo un rey déspota, tirano y responsable de un Cisma en la Iglesia Católica. Thomas Moro fue elevado a los altares cómo mártir por el Papa León XIII en 1886. Juan Pablo II lo nombró el 31 de Octubre de 2000 patrono de los gobernantes. Ahora es Santo Thomas Moro.
Esa figura permanece en mi recuerdo desde niño, desde que mis padres me llevaron a ver aquella película una noche, para que no me quedara solo en casa.
Hoy quiero, desde estas líneas, homenajear a todos aquellos “Thomas Moro”, qué, cada día, son capaces de anteponer su integridad, honradez, coherencia y dignidad a los caprichos del “Enrique VIII” de turno. Aún a sabiendas del alto precio que van a pagar. El tiempo siempre juzga y pone a cada cual en su lugar.